Genio y figura desde mil novecientos setenta y cuatro
Con prácticamente noventa años, Lucio Blázquez no ha perdido ni un ápice del ímpetu que siempre y en toda circunstancia exhibió cuando estaba al frente del mítico local madrileño que lleva su nombre, Casa Lucio. Una tasca simbólica de la capital que termina de percibir un justo homenaje, en el que no faltaron las menciones a sus huevos rotos, un plato «sencillo y barato» que saborean personalidades internacionales y comensales anónimos y que Lucio asegura comer 3 veces a la semana «y ni colesterol ni hostias», bromea.
Una placa sobre este negocio abierto en mil novecientos setenta y cuatro en la Cava Baja, cuyo descubrimiento prácticamente termina en desgracia por la caída de la barra que sostenía la cortina que la cubría, reconoce ahora al «establecimiento icónico de Lucio Blázquez, anfitrión de los madrileños y referente de nuestra gastronomía».
Estaba el regidor de la capital española, José Luis Martínez-Almeida, quien aprovechó el acto para darle las gracias la «felicidad» que da a sus clientes del servicio y un talante como anfitrión «reflejo de la España que tanto nos gustaría», como prueba, citó, la fotografía del Rey Retirado sentado a la mesa en dos mil quince con el entonces presidente Mariano Rajoy y sus predecesores, José Luis Rodríguez Zapatero, José María Aznar y Felipe González.
Y es que, Lucio Blázquez (Serranillos, Ávila, mil novecientos treinta y tres), jamás rechazaría una reserva de nadie: «Yo siento a todos». Como Desmond Tutu, Bill Clinton, Mario Vargas Llosa, Julio Iglesias, Lola Flores, Pelé, George Clooney o un anónimo comensal; siempre y en toda circunstancia exactamente el mismo trato y algún chiste malo de su cortesía.
En el homenaje a este mesonero de raza no faltaron colegas de profesión que van a versionar sus conocidos huevos rotos esta semana en múltiples restoranes de la Cava Baja, como Mario Sandoval, Juanjo López, Marián Reguera, Peña Muñoz, Nino Redruello, Juan Pozuelo y Sacha Hormaechea.
«Es un puntal clave de la cocina de España auténtica», resaltó el sommelier Rafael Sandoval (Coque), al tiempo que Alberto Chicote (Omeraki) destacó que Blázquez ha logrado dar «identidad y una impronta particular a su restaurante», y Paco Roncero, del restaurant homónimo, aseguró que «el Rey y son los mejores relaciones públicas de España».
Hecho a sí mismo
«Yo me he inventado todo cuanto soy», aseveró orgulloso Blázquez ante tanto halago justo. Por el hecho de que comenzó a trabajar como botones a los 9 años y se lo terminaron rifando en los restaurants de la Cava Baja, en el la villa de Madrid de los Austrias, hasta el momento en que una vieja patrona, doña Petra, le afirmó que solo a él le vendería el Mesón del Segoviano, que terminó transformando en Casa Lucio.
Allá hizo de una humilde receta de su abuela, que rompía con un tenedor los huevos que se le cascaban con el traqueteo del camino para no desperdiciarlos, los huevos rotos más conocidos y copiados del planeta.
«Los como 3 veces a la semana, lo mismo que los callos; y no tengo ni colesterol ni hostias, solo noventa años», aseveró con orgullo. Eso sí, por mucha copia que le haya salido a los huevos rotos, nunca los come fuera de su restaurant o el de su hijo (Los huevos de Lucio).
En su dilatada trayectoria apenas ha faltado al trabajo, si quizás ciertos días para conocer las gastronomías de otros países, que no le persuadían mucho, para incorporarlas a su carta. «Mira ese jamón», asevera apuntando a uno de los que lucen colgando en su restorán cuando se le pregunta por el ramen o los ceviches.
Familiar, del Atleti y taurino, Lucio Blázquez prosigue ejercitando de anfitrión, y tras comer con sus amigos, se reserva un tiempo para una partida de chinchón. Y afirma con convicción que, para cualquier negocio, son precisos «discreción, verdad y honradez», atributos que cosió a su chaquetilla blanca, en cuyo extremo de la manga prosigue asomando esa mano cálida para dar la bienvenida a todo aquel que asista a Casa Lucio.