Los héroes anónimos de la Policía Nacional
Son la primera línea, el ánima de la Policía Nacional, los agentes del vehículo patrulla conocidos como ‘zetas’. Son los encargados de la Seguridad Ciudadana, los que deben dar contestación inmediata al ciudadano. Desde los robos a acudir a un parto sobrevenido, eludir un suicidio, mediar en una escaramuza, perseguir a unos aluniceros o, más de una vez, jugarse la vida para reducir a violentos criminales.
Dependen de la Brigada de Seguridad Ciudadana y están asignados a las diferentes comisarías. En el caso de Castilla y León son unos mil seiscientos agentes repartidos en dieciseis comisarías, una en todos y cada capital de provincia, más las situadas en Aranda y Miranda de Ebro (Burgos), Ponferrada, Astorga y San Andrés del Rabanedo (León), Medina del Campo (Valladolid) y Béjar (Salamanca), que aparte de pelear contra la criminalidad, asimismo se dedican a cuidar a sus vecinos, efectuando una media diaria de 6 servicios humanitarios en toda la Comunidad.
Diariamente, muchos de estos agentes van alén del deber cumplido y ponen en juego su vida. Así lo hicieron hace menos de un mes los agentes de la Comisaría de Palencia Juan Manuel y Fernando. Como la realidad siempre y en todo momento supera a la ficción, estos dos policías protagonizaron una prosecución ‘de película’. Su excepcional intervención se empezó sobre las sobre las dieciseis,30 horas, cuando brincaron las alarmas de una nave del polígono industrial de Nuestra Señora de los Ángeles. Entonces empieza una prosecución furiosa y a toda velocidad por la urbe, con adelantamientos por la derecha, semáforos rebasados en colorado y circulación por direcciones prohibidas.
Después, y a alta velocidad, los criminales tomaron la A-sesenta y dos en dirección cara Magaz de Pisuerga, instante en el que los agentes no vacilaron en interponerse en su escapada cruzando el vehículo patrulla en la vía. Su maniobra fue eficaz, mas recibieron la embestida del BMW en el que escapaban los cacos. La colisión provocó que el agente que conducía quedase atrapado al activarse el airbag, mas su compañero pudo salir del vehículo y proseguir con la prosecución a pie, que se extendió a lo largo de 3 quilómetros y medio por unas tierras de tarea. Por último y merced a los compañeros de otras dos patrullas, se pudo detener a C. F. G., considerado como el ‘rey del alunizaje’ en España, y a 3 de sus compinches.
Negociador
Tampoco vaciló en jugarse la vida el inspector Julio Casado, organizador de servicios de Seguridad Ciudadana en la Comisaría de Segovia y con veinticuatro años de servicio a sus espaldas, cuando decidió pasear por lo alto del Acueducto para acercarse hasta donde se hallaba una persona que conminaba con quitarse la vida.
Allá arriba, tiró de sus conocimientos como negociador del CNP para persuadir a esta persona que desistiese de su actitud. Además de esto, por si no fuera suficiente y como de un teatro se tratase, el resultado fue seguido por cientos de segovianos y turistas que, en plena tarde del mes de agosto, se agolpaban en la plaza de Azoguejo aguardando el resultado.
Aquella actuación, como las 3 siguientes que Julio Casado ha debido hacer en lo alto de este histórico monumento por exactamente los mismos motivos, acabó con un final feliz. Entonces, aparte de percibir una cerrada ovación cuando se restituyó con los compañeros que bajo el Acueducto había establecido una zona de seguridad, días después asimismo recibió la felicitación del directivo general de la Policía Nacional.
Sangre fría
En otras intervenciones los agentes bastante tienen con resguardar su integridad y hasta su vida. Este es el caso de José y su compañero, policías de la Comisaría de Valladolid, que debieron recurrir a su arma para anular el ataque de un maltratador armado con un hacha. «Acostumbramos a ser los primeros en llegar y más de una vez llegamos a los avisos con los ojos cerrados. Jamás sabes lo que te vas a hallar», explica José.
Al asistir a un domicilio por un aviso de violencia sexista, los dos se hallaron a una mujer en el portal llorando y sin poder articular palabra, al paso que su pareja, con el torso desnudo, estaba en el corredor de la residencia en una actitud supuestamente apacible, al paso que de forma reiterada solicitaba a los agentes que entrasen en el domicilio para charlar.
En un caso así, el instinto del compañero de José, con veinticinco años de experiencia a sus espaldas, le afirmaba que algo fallaba y que había que estar prevenido. Así, cuando los agentes cruzaron la puerta, el maltratador se abalanzó contra ellos con un hacha en la mano. Consiguieron escapar, mas esta persona cerró la puerta con su pareja y su hijo dentro. Frente al miedo de una posible desgracia, los policías empezaron a procurar derruir la puerta a patadas, hasta el momento en que el atacante la volvió abrir con el hacha en la mano. En ese instante, José reculó por el corredor del portal y, el maltratador, tras revisar que su compañero había bajado por las escaleras, se dirigió hasta José con el hacha levantada y gritando: «te mataré». En ese instante, y pese a que jamás se había encarando a una situación afín, José no dudo en sacar su arma y dispararle en una pierna.
Primeros auxilios
En ocasiones, los policías se transforman en los primeros sanitarios y sus auxilios resultan esenciales para un feliz resultado. Este fue el caso de Guillermo, Cristina, Beatriz y Yerai, 4 agentes de la Comisaría de Aranda de Duero que el año pasado, merced a una veloz y acertada intervención, consiguieron salvar la vida a un joven que había sufrido un accidente laboral en una planta de compostaje en las afueras de esta urbe burgalesa.
Estos 4 agentes fueron los primeros en llegar al sitio del accidente. Allá se hallaron a un joven con un abrazo atrapado entre un rodillo y una cinta transportadora, chillando de dolor, mientras que un compañero procuraba sin éxito recortar la cinta con una radial. Por último, y merced a otra radial de mayor tamaño, se pudo recortar la cinta y el joven, entre aullido y aullido, empezó a correr por la nave hasta el momento en que cayó al suelo. En ese instante, Guillermo le arrancó la camiseta y verificó que a la altura de la axila tenía desgarrada una triquiñuela por la que emanaba sangre al son de los latidos del corazón. Sin titubear, usó su puño para presionar la herida y eludir la hemorragia, al tiempo que Beatriz y Yerai consiguieron tranquilar al joven. Minutos después y hasta la llegada del 1-1-dos, fue Cristina la que prosiguió taponando la herida con sus manos.
Días después, el médico que atendió a este joven en el centro de salud remitió a la comisaría una carta de felicitación para estos agentes, en la que reconocía que merced a su intervención habían salvado a la vida a este joven.
Ángeles de la guarda
Otras veces los agentes del CNP se transforman en una suerte de ángeles de la guarda. Este es el caso de Alberto Acebes y Alberto de la Hoz, dos agentes de la Comisaría de Ávila con dieciseis años de servicio a sus espaldas, que el día del Sorteo Excepcional de la Lotería Nacional de dos mil veintiuno hicieron bueno aquello del día de la salud.
Terminaban de empezar a patrullar en el turno de tarde cuando fueron alertados por la tendera de una tienda. Un vecino de avanzada edad y con discapacidad se ahogaba y si bien ya se había dado aviso al 1-1-dos, la ambulancia no llegaba. Sin titubear y tras revisar que aún tenía pulso, le sacaron de la silla de ruedas y tumbaron en situación de seguridad y, prácticamente de manera inmediata, empezó a expulsar líquidos.
Ese día, Alberto de la Hoz reconoce que, pese a lo fácil de la actuación, se fue a casa «más contento que unas castañuelas», al paso que su compañero confiesa que ha sido una de las actuaciones más gratificantes de su carrera y más cuando días después, la mujer del anciano al que habían salvado la vida, se presentó en la comisaría para dar las gracias la intervención con dos décimos para la Lotería del Pequeño. «No podemos percibir ninguna recompensa por cumplir con nuestro deber, mas el ademán de esta señora y más a sabiendas de que se trataba de una familia humilde de pensionistas, me tocó la parte más sensible», confiesa Acebes.
Vigilantes del río
Asimismo fue providencial la intervención de Íñigo, de la comisaría de Miranda, que el mes pasado de abril no dudo en sumergirse en las heladas aguas del Ebro para salvar a una anciana. Conforme narra este agente, cuando llegaron al sitio se hallaron con una mujer que conminaba con soltarse de la rama de un árbol a la que continuaba agarrada en el río, mientras que chillaba que la dejasen fallecer. Velozmente y mientras que su compañero y un joven agente de prácticas se pusieron a charlar con la mujer con el fin de sosegar, se preparó para la intervención, quitándose todos y cada uno de los complementos del uniforme que le podían complicar moverse en el agua, a la vez que sacó del turismo el kit de rescate. Cuando la anciana, que ya presentaba síntomas de hipotermia, se soltó de la rama, Íñigo se lanzó a por ella y, pese a su resistencia por no ser salvada, consiguió llevarla hasta la ribera y ponerla a salvo.