Mendigos, deuda y trampas
Economía

Mendigos, deuda y trampas

George Bernard Shaw (mil ochocientos cincuenta y seis-mil novecientos cincuenta), dramaturgo irlandés que opinaba sobre prácticamente todo, afirmaba –parece ser que con algún conocimiento de causa– que «las deudas son como cualquier otra trampa en la que es muy simple caer, mas realmente difícil salir». España vive desde hace más de un decenio atrapada en la trampa –porque es eso– de una deuda pública que no deja de medrar y que bate récords de forma tan monótona como incesante. En el mes de julio, la cantidad total de deuda de todas y cada una de las Administraciones Públicas –Estado central, comunidades autónomas, municipios y Seguridad Social– alcanzó los uno con cuatrocientos ochenta y seis billones de euros, una cantidad fabulosa y la mayor de toda la historia de la hacienda hispana. El Gobierno procurará matizarla con el razonamiento de que en términos porcentuales se sostiene aproximadamente estable, aun con algún mínimo retroceso. Es solo un efecto contable, que puede ir a más si la inflación prosigue por las nubes. La sanidad pública, la educación, el sueldo de los funcionarios y, de alguna forma, las pensiones se pagan en España a costa de que el Estado se endeude y se endeude. Desde hace prácticamente diez años, con unos géneros de interés por los suelos y en ocasiones negativos, endeudarse ha sido asequible. Asimismo simple pues al final el Banco Central Europeo (BCE) se quedaba con un una gran parte de la deuda de España que, no obstante, jamás ha dejado de medrar en más de 3 quinquenios.

La desaparición de la reina Isabel II apunta para muchos el final de una era. Coincide con el adiós a los tiempos del «dinero gratis». El espectro de la inflación ha salido de la botella y regresar a meterlo va a costar tanto esmero y dolor como lágrimas. Todo eso, unido a una prolongación –de dos a 4 trimestres– de la guerra de Putin, provocaría una «crisis de deuda» en Europa como termina de apuntar en Vozpópuli el economista liberal, exembajador frente a la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, José Luis Feito. A España, como tantas otras veces, le cogería con el pie alterado, entre otros muchos motivos por el hecho de que cada año debe solicitar en los mercados entre doscientos cincuenta y trescientos millones y ahora va a ser más bastante difícil y sobre todo más costoso. Lo afirmaba el dramaturgo alemán Gotthold Lessing (mil setecientos veintinueve-mil setecientos ochenta y uno): «Pedir prestado no es mucho mejor que mendigar» y España quizás deba hacerlo.

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